La prosa delicada y ágil de Manuel Vicent revive sus años de niñez, cuando descubrió el mar de Valencia, y la vida que su alrededor fluia, pescadores, madres, niños e incluso guerra. Con lienzos y cartones en vez de prosa, Sorolla encarna ese tiempo y esos lugares, como si Vicent hubiera habitado cada una de las escenas.