A mediados del siglo XIX algunos críticos observaron que las mujeres pintadas en los cuadros no se encontraban desnudas sino desvestidas. Sin embargo, la memoria visual y la moral nos han impuesto un modo de ver esta cuestión artística al margen de las reacciones individuales y colectivas que suscita la contemplación del cuerpo real.
Este libro trata de refrescar nuestra mirada, condicionada por una tradición culta, aunque la existencia del problema no pueda explicarse si no fuera así. Desde el Realismo, el desnudo constituyó una verdadera obsesión, donde se fundía la atracción por la belleza corporal y la utilización del arte como un medio para su perpetuación. Pasión física y fijación estética aparecen, pues, como las grandes claves del desnudo moderno. Las obras que analiza este volumen tienen como denominador común una presentación del cuerpo desnudo como consecuencia de un deseo físico, que nace de una mirada externa, la del artista que aspira a fijarlo en la pintura o en la escultura. Pero una vez ofrecido a la contemplación, cada pieza establece con el espectador una complicidad seductora, que se mueve siempre en el terreno incierto de la sugestión sensorial propia de la tradición histórica y la construcción intelectual que se abre paso con la modernidad y la vanguardia, por lo tanto entre aquello que nace de una inmediata evocación de lo real y la abstracción que constituye toda obra de arte.