Ambroise Vollard fue una de las figuras más importantes del mundo del arte del siglo XX. Poseía una innata habilidad para reconocer el talento: contribuyendo al despegue de la carre de artistas como Cézanne, Matisse o Pablo Picasso encargándoles trabajos u organizando sus primeras exposiciones importantes. La calidez, la franqueza y la inteligencia de Vollard le hicieron ganarse la amistad de una generación de artistas y hacen de estas memorias un relato apasionante y a menudo hilarante de una apasionante Edad de Oro de la pintura.
La capacidad para la evocación de Vollard transportan al lector al París de principios del siglo XX y a la legendaria "calle de los cuadros", la rue Laffitte, donde Vollard vivió y trabajó. Las memorias de Vollard no son un listado critico de artistas o movimientos sino que se centra en los aspectos humanos que hicieron que su vida como marchante de cuadros fuera tan rica y fascinante: sus primeros esfuerzos por vender las obras de Cézanne, a pesar de la increíble oposición al impresionismo; las cenas que organizaba y que reunían a artistas como Renoir, Forain, Degas, Redon y Rodin; sus numerosas sesiones en las que posó para Cézanne, Renoir, Rouault, Bonnard, Forain y Picasso; su observación de los estudios, hábitos y personalidades de Manet, Matisse, Picasso, de Groux, Signac y Rousseau; y sus encuentros con Gertrude Stein, Alfred Jarry, Guillaume Apollinaire, Mallarmé y Zola.