Mérimée traza con maestría narrativa unos cuadros de costumbres de la España del siglo XIX que fueron muy apreciados por Unamuno. Mérimée se siente próximo a las tierras que recorre y a las gentes con quienes trata, y de ahí resultan unos relatos llenos de empatía, verismo y brillantez.
Nacido en París en 1803, en el seno de una familia acomodada y cultivada, Prosper Mérimée fue un hombre culto y cosmopolita, bien relacionado con las altas esferas de la sociedad francesa de su tiempo y con el mundo intelectual. Gran viajero, Mérimée recorrió Francia en su calidad de inspector de los monumentos históricos, y también Inglaterra, Italia, Grecia, Oriente y, en particular, España, que llegó a conocer bien y que le inspiró obras literarias espléndidas como Carmen, quizá su obra maestra. Estas Cartas de España (1831-1832) aparecen como documentos de un extraordinario interés no sólo literario —pues están maravillosamente escritas—, sino también histórico. En ellas se muestra con toda su potente sobriedad el verismo de Mérimée, que narra los hechos que ha vivido con un estilo desapegado que le hace aún más convincente y con un intenso poder de evocación